SOBRE EL DR. JOSÉ FRAMCISCO TORREALBA
POR : EDGARDO MALASPINA
Torrealba Médico – Filósofo.
Torrealba Médico – Filósofo.
Por su modo de pensar ante el paciente y su tragedia, su estilo peculiar como científico y humanista, su sensibilidad social, su actitud general ante la vida y sus conocimientos enciclopédicos; Torrealba fue un médico-filosofo. Leía a Rousseau, Pascal, Montesquiu, Tomás Moro, Nietzche, Ingenieros, Unamuno, etc., pensando, tal vez, como Letamendi, quien dijo que “el médico que sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe”.
No es casualidad que una vez le vieran una sonrisa volteriana, Augusto Morillo Chacón le observara una actitud como si fuera discípulo de Nietzche, Rafael Loreto Loreto lo comparara con Gandhi y Alexis Ramos lo llamara el Tolstoy de los Llanos.
Torrealba una vez dijo: “La política en la Universidad perjudica mucho. ¿No decía Aristóteles que el hombre era un animal Político?”. En el prólogo para el libro Vida y sufrimiento de Rafael Hernández Rodríguez, Torrealba escribió: “... He evocado mucho mis lecturas de Cayo Lucrecio Caro, hace más de 35 años... Toda la obra arranca de la filosofía de Epicuro y de sus discípulos”.
El discurso pronunciado con motivo de la inauguración del Centro de Salud con su nombre, en Altagracia de Orituco, lo remató de esta manera: “¿Vendré yo de la república de Platón o de la utopía de Tomás Moro?”.
Carlos Rafael Herrera, refiriéndose a las excepcionales cualidades del ilustre guariqueño, señaló: “Rara característica humana que le valió no sólo los calificativos de sabio, vidente, santo y genio; sino igualmente los de iluminado, lunático, demiurgo o curandero, según las apreciaciones personales de quienes le visitasen, fuesen amigos, admiradores o detractores”.
Por lo visto, nunca nadie antes, con su vida cotidiana, obra y legado, se ha acercado tanto como Torrealba a aquella definición hipocrática de que “el médico-filosofo es igual a Dios. Son pocas las diferencias entre la sabiduría y la Medicina”.
Torrealba y la teoría del olvido
Denzil Romero decía de los libros clásicos que en cada nueva lectura se le presentan con una novedad: «Nunca terminan de decir lo que tienen que decir».
Se trata de esa otra interpretación que damos a un libro al releerlo a la luz del tiempo pasado y como consecuencia de los nuevos conocimientos y la experiencia adquirida, y en parte también esto se debe a la capacidad que tenemos de olvidar vivencias, hechos y cosas.
Existe toda una teoría del olvido como propiedad muy necesaria de la materia pensante para desechar los momentos amargos, aceptar los errores y tratar de borrar las frustraciones. Si no fuese así sería imposible, por ejemplo, llevar toda una vida con una pena de amor, por decir lo menos. A propósito, el olvido involucra el elemento cultural: Stevenson cuenta que cuando estuvo en Samoa le dijeron a un lugareño algo sobre la incapacidad de los habitantes de la isla para el sufrimiento. El aborigen contestó: «No es cierto, somos muy sensibles y estamos muy tristes por mucho tiempo si la esposa nos abandona... incluso hasta tres días».
Tratando de olvidar las cosas malas podemos olvidar las positivas, decía Freud y esto explica, supuestamente, el olvido de las menudencias de la vida diaria. Se sabe que olvidamos rápidamente los hechos irrelevantes: nadie se acuerda exactamente de lo que hizo hace tres días. Por eso Gabriel García Márquez dice en El Amor en los Tiempos de Cólera, que llega un momento cuando la memoria hay que hacerla papel. Un viejo profesor amigo me comentaba con ironía: «el olvido cotidiano es una cuota de la esclerosis cerebral en formación y la esclerosis es un proceso fisiológico muy importante como útil: nos hace sorprendernos al oír una noticia por enésima vez y maravillamos al releer un libro». Torrealba, en Cantos de Guacaba se refiere a la poca asimilación que tienen los estudiantes como algo positivo, como una reacción para defenderse de la gran cantidad conocimientos innecesarios impartidos en escuelas y liceos: «el cerebro no puede reaccionar de otra manera ante esos programas tan recargados. Tiene que olvidar, tiene que despreciar y hasta tiene que odiar. No pudiendo escoger rápidamente entre los trascendental y lo súper-flujo, ante la amenaza del exagerado esfuerzo, toma el camino del olvido. Ya Cajal lo había advertido al hablar de la importancia del olvido en la salud mental. Sí no fuera por el milagro del olvido, todos iríamos a parar a casas de salud para nerviosos y locos».
Torrealba y los exámenes de admisión.
Existen muchas dudas con respecto a la confiabilidad e imparcialidad de los exámenes de admisión, las pruebas de aptitud académica y los jurados calificadores. Estas dudas tienen sus fundamentos en la trivialidad de la vida diaria y en muchos ejemplos de la Historia Universal. Helmholtz, científico alemán conocido por sus estudios de óptica, electricidad y acústica fue catalogado por un jurado examinador, sin perspectivas para seguir estudios superiores. Jonathan Swift, el de los viajes de Gulliver, fue considerado sin ningún talento. De James Watt, el inventor de la maquina de vapor, su maestro dijo que era un estupido. Chejov, el padre del cuento corto en la literatura mundial, siempre salía aplazado en literatura. A Tolstoy, uno de los mas grandes novelistas, lo rasparon en todas las universidades intentando rendir exámenes de admisión. A Darwin le pasó lo mismo. A Carlos Linneo, el clasificador de las plantas y los animales, le propusieron meterse a zapatero por su bajo rendimiento escolar. De Landau dijeron que era un mediocre por sus malas notas en literatura, con el tiempo se ganó el premio Nóbel de Física. En una prueba de canto paso Gorki y rasparon a Challapin, pero las cosas salieron al revés: Gorki no canto nunca, llegó a ser escritor y creador del socialismo real en literatura, mientras que Challapin se convirtió en el mejor tenor de todos lo tiempos. A Verdi lo aplazaron en el examen para ingresar al Conservatorio de Milán. De Walter Scott dijo un profesor: “es un bruto y lo seguirá siendo toda la vida”. A Hegel, quien revoluciono los fundamentos de la filosofía clásica, le certificaron en un examen final: “en algunas materias no es malo, pero en filosofía es un idiota consumado”. Saltikov Shedrin, famoso escritor ruso, hizo una composición para que su hija la presentara en un examen. Rasparon a la muchacha con una nota explicativa: “no sabes una papa de ruso”
Torrealba, siempre preocupado por los problemas de nuestro sistema de enseñanza, no creía en los exámenes, ni tampoco en los examinadores. En su artículo magistral “Platón no tuvo bachillerato” dice: “mas que las pruebas para el examen de admisión... me asustan y entristecen ciertos extravíos en profesores”... “convierten la enseñanza en una calle de amargura y los exámenes finales en una Gólgota y de aquí las grandes diásporas de derrotados y muchas veces de los mejores ¿Ignoran esos profesores que es una actitud sádica? “Muchos profesores convierten esa guerra de nervios, esa guerra fría en una verdadera buhonería. Ofrecen clases particulares..”
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